La conferencia sobre economía circular organizada por la Confederación Europea de Industrias del Reciclaje (EuRIC) el pasado 1 de marzo puso sobre la mesa algunas cuestiones cruciales para poner fin de forma real al actual modelo económico lineal (producir, usar y tirar). Del mismo modo que los objetivos de reducción del déficit de los Estados miembros o de la lucha contra el cambio climático están permanentemente cuestionados, los establecidos para 2030 por la Comisión Europea para el nuevo modelo económico corren el grave riesgo de convertirse en una utopía.
Del encuentro entre los principales actores del reciclaje europeo se deduce que la industria está preparada para asumir este gran reto, pero la pregunta que flotó en el ambiente es la de si los gobiernos de los Estados miembros y el Parlamento Europeo serán capaces de establecer las condiciones y las herramientas para que dentro de 15 años disfrutemos de un modelo económico sostenible.
A día de hoy, existen cuestiones que ponen en serias dudas el nuevo paradigma económico: las empresas de reciclaje no operan en igualdad de condiciones respecto a las que actúan en el mercado de las materias primas. Esta falta de neutralidad competitiva pone en peligro su viabilidad económica por la restricción actual a los materiales de desecho; además, otro de los aspectos fundamentales para el desarrollo de la economía circular es el impulso de medidas correctoras para introducir los factores ambientales que hoy no aparecen reflejados en los mercados. Es decir, sumar a la oferta y a la demanda cuestiones de consumo energético y de contaminación, por ejemplo.
Sin la búsqueda de soluciones a estas dos premisas, todos los objetivos fijados por la Comisión carecen de sentido; es más, están destinados al fracaso porque no se tiene en cuenta suficientemente la realidad de la industria del reciclaje, que es el corazón de la economía circular. Las discusiones deben centrarse en establecer un marco regulatorio orientado a los recursos, buscar la forma de impulsar los mercados de materias primas secundarias e ir más allá de los beneficios a corto plazo para poner como prioridad los empleos y finanzas verdes y el ecodiseño.
La industria del reciclaje ha demostrado ampliamente su potencial como fuente de empleo verde sostenible: las 5.500 empresas que forman parte de EuRIC generan más de 300.000 empleos locales actualmente y se calcula que, en conjunto con el resto de industrias, podrían llegar a los 20 millones en 2020, según la Comisión, si se produce una apuesta decidida por parte de los Estados miembros. Para conseguir este y otros objetivos tan ambiciosos serán necesarias grandes inversiones por parte de las empresas recicladoras.
Mientras no se den las condiciones de igualdad a la hora de competir en los mercados y se establezcan estrategias de aplicación de ese paquete de economía circular por parte de la Eurocámara, la viabilidad de las empresas dedicadas al reciclaje seguirá amenazada y llegaremos a una situación de escepticismo, la palabra maldita que permanece en el inconsciente colectivo de los europeos y paraliza cualquier atisbo de progreso. La pelota está en el tejado de los políticos y de su amplitud de miras depende que la economía circular sea utopía o realidad.